Enrique Santos Molano
A Silva hay que leerlo y releerlo, pues se trata de un poeta nacido para todas las épocas.
Nació en
Bogotá hace 150 años el hijo mayor de don Ricardo Silva y doña Vicenta
Gómez, José Asunción. José Asunción Silva Gómez, quien empezó su vida
literaria desde los 5 años, en calidad de asistente a las tertulias de
El Mosaico que correspondían en la casa de sus padres, y la terminó a
los 31, con la redacción de la novela De sobremesa, cuyo borrador
finalizó poco antes de su abrupta y misteriosa muerte.
Como todo lo que vale, el cadáver, la memoria y la obra de José Asunción Silva pasaron a ser propiedad privada de un pequeño grupo de sus sedicentes “amigos íntimos (y póstumos, diría yo) que para rescatar del olvido al “ignorado poeta” le tejieron una serie de leyendas enmarañadas que pretendían explicar las causas de su “suicidio” y que, lejos de explicarlo, lo hicieron inexplicable. Con mentiras repetidas sin cesar, con falsedades hábilmente acomodadas, con omisiones deliberadas, y obscenidades manifiestas, se inventaron un José Asunción Silva que no existió jamás.
Como todo lo que vale, el cadáver, la memoria y la obra de José Asunción Silva pasaron a ser propiedad privada de un pequeño grupo de sus sedicentes “amigos íntimos (y póstumos, diría yo) que para rescatar del olvido al “ignorado poeta” le tejieron una serie de leyendas enmarañadas que pretendían explicar las causas de su “suicidio” y que, lejos de explicarlo, lo hicieron inexplicable. Con mentiras repetidas sin cesar, con falsedades hábilmente acomodadas, con omisiones deliberadas, y obscenidades manifiestas, se inventaron un José Asunción Silva que no existió jamás.