Quién te robó tu mirada,
tu figura, tu corazón de esmeralda,
tu hado de hada
y te dejo desnuda, casi sin nada
No es culpa tuya
no es culpa mía
son los crepúsculos,
que pasan desesperados.
Son los antes que nos demudan,
son los hoy que nos arrugan,
son los siempre que nos empujan
Y son los ahora que no dejan nada.
Extraído de SUEÑOS DE AGUA. Caracas: Comala.com, 2003. 72 p
Algo
Hay algo muy propio en nosotros
Ese algo somos tú y yo,
unión fresca para las tareas arduas
para el esfuerzo imperecedero
para echar la ceniza todos los días,
para lanzarnos mañana y tarde
en lucha meridiana,
despejando fluctuaciones, dando claridad
No en mezquino andar
se rige nuestra travesía
No buscamos la ventura egoísta
a razón del diluvio ajeno
Siento mi aproximación a lo que quiero
junto a tus valores y desvelos
Porque hay algo muy propio en nosotros
ese algo somos tú y yo.
Ese algo somos tú y yo,
unión fresca para las tareas arduas
para el esfuerzo imperecedero
para echar la ceniza todos los días,
para lanzarnos mañana y tarde
en lucha meridiana,
despejando fluctuaciones, dando claridad
No en mezquino andar
se rige nuestra travesía
No buscamos la ventura egoísta
a razón del diluvio ajeno
Siento mi aproximación a lo que quiero
junto a tus valores y desvelos
Porque hay algo muy propio en nosotros
ese algo somos tú y yo.
Soneto
Cuando gusté su amor lo hice hasta el fondo,
me emborraché en el fuego de su vino
y me fue tan de encanto su camino
que me quede dormido en lo más hondo.
La Venus dibujaba en el plafondo
de su ideal palacio sibilino
era un sueño fantástico y divino
como el de las honduras de Macondo.
Pero seguí en las curvas de su río
pidiéndole más bien lo más sombrío
que su extensión de luna y azahares,
porque a la luz del éxtasis, tan muda,
prefiero en el jardín de mis pesares
su luz menos sutil y más desnuda.
me emborraché en el fuego de su vino
y me fue tan de encanto su camino
que me quede dormido en lo más hondo.
La Venus dibujaba en el plafondo
de su ideal palacio sibilino
era un sueño fantástico y divino
como el de las honduras de Macondo.
Pero seguí en las curvas de su río
pidiéndole más bien lo más sombrío
que su extensión de luna y azahares,
porque a la luz del éxtasis, tan muda,
prefiero en el jardín de mis pesares
su luz menos sutil y más desnuda.
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