Londres
Sonia Ramírez, mexicana de 16 años, introdujo su túnica negra en el
equipaje antes de venir con su familia de vacaciones a Europa. Este es
un fin de semana muy especial para los fans de Harry Potter, y vaya si
ella lo es. Hoy es el cumpleaños del mago y de su creadora, J. K. Rowling,
y Ramírez ha salido a la calle con su túnica de alumna de Hogwarts.
Convenció a su familia para hospedarse en el hotel de la estación de
Kings Cross, y así estar cerca del mítico andén 9 ¾. Encargó en una
librería de Trafalgar Square su ejemplar del nuevo libro, que sale a la venta hoy en Reino Unido.
“Los he leído todos y, cuando aún no sabía leer, veía las películas”,
explica. Pero el sábado por la tarde estaba en el lado equivocado del
universo potteriano. Una barrera la separaba de la alfombra roja
desplegada en el West End.
“Imagine que La Guerra de las Galaxias se estrenara solo en
un cine de una ciudad, y que ese fuera el único lugar del mundo donde se
pudiera ver”. Así ha descrito Sonia Friedman, coproductora de Harry Potter y el niño maldito,
la expectación generada en torno a la nueva entrega de la saga del niño
mago, convertido ya en un cuarentón funcionario del Ministerio de la
Magia. Ayer se levantó oficialmente el telón en Londres del que ya es el
fenómeno teatral del año. Harry Potter ha vuelto. Pero no es —o no
exactamente— el octavo libro. Tampoco —al menos de momento— la novena
película. Es una obra de teatro. Dos, en realidad.
Vuelve el personaje creado por J. K. Rowling en 1997. El aprendiz de mago que ha hecho multimillonaria a la autora escocesa, con 450 millones de ejemplares vendidos de sus siete libros, convertidos en ocho exitosas películas y exprimidos en todo el merchandising imaginable.
Resulta que la historia no acabó hace nueve años con Las reliquias de la muerte II.
El empalagoso epílogo en el que Harry, Ron y Hermione, convertidos en
padres responsables, llevaban a sus hijos al colegio no era un final. Es
el principio de esto. La excusa narrativa de una nueva vuelta de tuerca
a las modernas sagas de ficción.
A las 8.31 del 26 de junio de 2015, J. K. Rowling soltaba la bomba a sus 7,7 millones de seguidores en Twitter. “Estoy muy emocionada al confirmar que una nueva obra de teatro llamada Harry Potter y el niño maldito se estrenará en Londres el año que viene”, escribía.
Todo empezó un año antes, cuando Friedman concertó una cita con Rowling. “Como pueden imaginar, me han ofrecido hacer algo más con Harry Potter cinco veces a la semana desde que terminó la serie”, explicaba la escritora en The Guardian. Fue el prestigio de la productora lo que llevó a Rowling a reunirse con ella “para escuchar lo que tenía que decir”.
No era un musical, como se rumoreó, ni una adaptación del material ya existente. Le propuso avanzar la historia desde donde la había dejado, pero no con una novela, sino como una obra de teatro. O dos. Porque Rowling, el director John Tiffany y el dramaturgo Jack Thorne, los tres firmantes de la obra, decidieron dividirla en dos partes, de dos horas y media cada una, que pueden verse en diferentes sesiones en el mismo teatro.
La gestión de la expectación y el secreto ha sido asombrosa. Ha habido nada menos que ocho semanas de pases previos hasta su estreno. Friedman reconocía, en The Guardian, que “es extraordinario que la historia no se haya desvelado”. Una cuidadosa campaña ha logrado ganarse la complicidad de los afortunados que la han visto.
No es la primera obra en la que se pide a los espectadores que guarden el secreto para los que vengan luego. Los responsables de La ratonera de Agatha Christie llevan haciéndolo, con encomiable éxito, desde hace 64 años. Y para fastidiar La ratonera a cientos de personas bastaría ponerse en la puerta del teatro St Martin y gritar bien alto: “El asesino es…”. Sin embargo, quienes la han visto aseguran que arruinar la experiencia a los espectadores de El niño maldito, sobre todo a los de la segunda parte, requeriría media hora y una pizarra para dibujar tramas y saltos temporales.
Pero esto es Harry Potter.
Y no hay que olvidar que los servicios de inteligencia británicos
tuvieron que intervenir para evitar la difusión ilegal en Internet de la
sexta entrega de la saga.
También los críticos han respetado el voto de silencio. Y una vez levantado, la respuesta ha sido apabullante. “El teatro británico no ha conocido nada como esto en décadas y yo no he visto nada directamente comparable en todos mis días como crítico”, escribía Dominic Cavendish en su reseña de cinco estrellas en el Daily Telegraph. Cinco estrellas en The Stage, cinco en The Independent, cuatro en The Guardian. Y Ann Treneman, en The Times, le daba 4 ¾ estrellas, un guiño al andén de Kings Cross desde el que se tomaba el tren a Hogwarts.
Pero ni filtraciones ni malas críticas habrían afectado a la venta de entradas. El teatro, que programa la obra hasta mayo del año próximo, colgó el cartel de sold out el día en que se pusieron a la venta, en octubre del año pasado. Si usted no está en posesión de uno de los 175.000 billetes que se vendieron en 24 horas, la web oficial ofrece alguna remota oportunidad para disputar las entradas devueltas o participar en sorteos. También puede pagar unas 700 libras (830 euros) en eBay, o esperar algún año: todo indica que la obra se convertirá en un clásico del West End.
La varita de Potter sigue activa. El libro de El niño maldito (Salamandra) se publica en España el 29 de septiembre. Mientras se confirma si habrá o no adaptación al cine, en noviembre se estrenará Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la primera de una trilogía fílmica de precuelas.
El niño maldito ha sacudido ya algún cimiento del West End. El 50% de los que han comprado las entradas nunca ha ido al teatro, según los productores, y más de la mitad está representada por menores de 35 años. Los mismos que demostraron a la industria del libro que, en tiempos de pantallas, una novedad literaria podía producir colas en la medianoche en las librerías. Y algunos mucho más jóvenes, como la mexicana Sonia Ramírez, que no se da por vencida. “He leído en la web que, justo cuando abre la taquilla, salen a la venta algunas entradas”, explica. A falta de magia, anuncia, volverá el año que viene para hacer cola fuera del teatro desde las cinco de la madrugada.
Vuelve el personaje creado por J. K. Rowling en 1997. El aprendiz de mago que ha hecho multimillonaria a la autora escocesa, con 450 millones de ejemplares vendidos de sus siete libros, convertidos en ocho exitosas películas y exprimidos en todo el merchandising imaginable.
A las 8.31 del 26 de junio de 2015, J. K. Rowling soltaba la bomba a sus 7,7 millones de seguidores en Twitter. “Estoy muy emocionada al confirmar que una nueva obra de teatro llamada Harry Potter y el niño maldito se estrenará en Londres el año que viene”, escribía.
Todo empezó un año antes, cuando Friedman concertó una cita con Rowling. “Como pueden imaginar, me han ofrecido hacer algo más con Harry Potter cinco veces a la semana desde que terminó la serie”, explicaba la escritora en The Guardian. Fue el prestigio de la productora lo que llevó a Rowling a reunirse con ella “para escuchar lo que tenía que decir”.
No era un musical, como se rumoreó, ni una adaptación del material ya existente. Le propuso avanzar la historia desde donde la había dejado, pero no con una novela, sino como una obra de teatro. O dos. Porque Rowling, el director John Tiffany y el dramaturgo Jack Thorne, los tres firmantes de la obra, decidieron dividirla en dos partes, de dos horas y media cada una, que pueden verse en diferentes sesiones en el mismo teatro.
La gestión de la expectación y el secreto ha sido asombrosa. Ha habido nada menos que ocho semanas de pases previos hasta su estreno. Friedman reconocía, en The Guardian, que “es extraordinario que la historia no se haya desvelado”. Una cuidadosa campaña ha logrado ganarse la complicidad de los afortunados que la han visto.
No es la primera obra en la que se pide a los espectadores que guarden el secreto para los que vengan luego. Los responsables de La ratonera de Agatha Christie llevan haciéndolo, con encomiable éxito, desde hace 64 años. Y para fastidiar La ratonera a cientos de personas bastaría ponerse en la puerta del teatro St Martin y gritar bien alto: “El asesino es…”. Sin embargo, quienes la han visto aseguran que arruinar la experiencia a los espectadores de El niño maldito, sobre todo a los de la segunda parte, requeriría media hora y una pizarra para dibujar tramas y saltos temporales.
También los críticos han respetado el voto de silencio. Y una vez levantado, la respuesta ha sido apabullante. “El teatro británico no ha conocido nada como esto en décadas y yo no he visto nada directamente comparable en todos mis días como crítico”, escribía Dominic Cavendish en su reseña de cinco estrellas en el Daily Telegraph. Cinco estrellas en The Stage, cinco en The Independent, cuatro en The Guardian. Y Ann Treneman, en The Times, le daba 4 ¾ estrellas, un guiño al andén de Kings Cross desde el que se tomaba el tren a Hogwarts.
Pero ni filtraciones ni malas críticas habrían afectado a la venta de entradas. El teatro, que programa la obra hasta mayo del año próximo, colgó el cartel de sold out el día en que se pusieron a la venta, en octubre del año pasado. Si usted no está en posesión de uno de los 175.000 billetes que se vendieron en 24 horas, la web oficial ofrece alguna remota oportunidad para disputar las entradas devueltas o participar en sorteos. También puede pagar unas 700 libras (830 euros) en eBay, o esperar algún año: todo indica que la obra se convertirá en un clásico del West End.
La varita de Potter sigue activa. El libro de El niño maldito (Salamandra) se publica en España el 29 de septiembre. Mientras se confirma si habrá o no adaptación al cine, en noviembre se estrenará Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la primera de una trilogía fílmica de precuelas.
El niño maldito ha sacudido ya algún cimiento del West End. El 50% de los que han comprado las entradas nunca ha ido al teatro, según los productores, y más de la mitad está representada por menores de 35 años. Los mismos que demostraron a la industria del libro que, en tiempos de pantallas, una novedad literaria podía producir colas en la medianoche en las librerías. Y algunos mucho más jóvenes, como la mexicana Sonia Ramírez, que no se da por vencida. “He leído en la web que, justo cuando abre la taquilla, salen a la venta algunas entradas”, explica. A falta de magia, anuncia, volverá el año que viene para hacer cola fuera del teatro desde las cinco de la madrugada.
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