MADRID-Pocos libros como este “Aquiles o El guerrillero y el asesino”, una novela hasta ahora inédita, le costaron a Carlos Fuentes “tantos años, borradores y recomienzos”, asegura quien ha sido el responsable de su edición, el crítico peruano Julio Ortega, amigo personal del escritor mexicano.
Ortega, ensayista, profesor en universidades estadounidenses y europeas, además de poeta y narrador, es quien durante un periodo largo de tiempo ha tenido el privilegio de trabajar, de manera artesanal, con extremo cuidado, para lograr que encajaran las piezas del puzzle que era el manuscrito de esta novela.
Una novela que, coeditada por Alfaguara y Fondo de Cultura Económica, acaba de llegar, de forma simultánea, a las librerías de ambas orillas del Atlántico.
Y lo hace coincidiendo con el cuarto aniversario de la muerte de quien fue uno de los más grandes narradores contemporáneos en español, premio Cervantes en 1987 y Príncipe de Asturias en 1994, entre otros prestigiosos galardones.
Silvia Lemus, su viuda, recuerda, en un texto que precede al prólogo de Julio Ortega, que su marido trabajó en el manuscrito durante los últimos veinte años de su vida, y que la muerte le llegó sin haberlo revisado definitivamente.
“Se documentó exhaustivamente, escribió distintas versiones, reorganizó materiales, corrigió y reescribió partes completas de la obra y seguía haciéndolo cuando le llegó la muerte”, escribe Silvia Lemus.
La novela remite a un episodio controvertido de la historia contemporánea de Colombia, un país al que Carlos Fuentes se sentía especialmente próximo: la muerte de Carlos Pizarro, uno de los jefes principales del movimiento guerrillero colombiano M-19.
Carlos Pizarro Leongómez (1951-1990), tras combatir con la guerrilla, decidió dejar las armas para concurrir, cuarenta y cinco días después, a unas elecciones presidenciales como candidato de la Alianza Democrática M-19, de centro izquierda.
Pero las balas de un joven sicario, Gerardo Gutiérrez Uribe, alias “Jerry”, acabaron con su vida el 26 de abril de 1990, cuando el hasta hacía poco guerrillero viajaba a bordo de un avión de Avianca que hacía la ruta Bogotá-Barranquilla.
Asesinato que unos atribuyeron a la propia guerrilla, mientras otras versiones aludieron al narcotráfico y más concretamente al capo Pablo Escobar.
Carlos Fuentes, recuerda su viuda, no quiso entregar el manuscrito de su novela a los editores “mientras el conflicto armado más antiguo de América Latina no llegara a su fin”.
Y aunque todavía no se ha firmado la paz definitiva, todo parece indicar que el conflicto bélico podría tener los meses contados, si finalizan con éxito las conversaciones que desde hace tiempo celebran en La Habana el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC.
La publicación coincide pues, destaca la viuda de Fuentes, “con la que parece ser la última negociación entre la guerrilla y el gobierno colombiano: la hora de la verdad, el fin de las cuentas pendientes, el comienzo de la paz”.
Julio Ortega, que conoció a Carlos Fuentes en el verano de 1969, compartiendo con él desde entonces hasta su muerte las aulas de la estadounidense Universidad de Brown y “una periódica conversación sobre libros, lecturas y proyectos al azar de los coloquios”, cuenta en su prólogo cómo esta novela era una de las tres que el autor planteó bajo el título de Crónicas de Nuestro Tiempo.
Tres “crónicas sobre sucesos contemporáneos que le tocaron (a Fuentes) de cerca”. La primera fue “Diana o la cazadora solitaria” (1994); la segunda, “Prometeo o el precio de la libertad”, que no llegó a escribir; y la tercera es este “Aquiles o El guerrillero y el asesino”, una novela “honesta y colombiana”, dice Ortega.
“La historia de Pizarro —escribe el prologuista y amigo— es una parábola extrema de sacrificio y muerte, en la que se pierde la guerra para ganar la paz”.
El deseo de conocer en profundidad la trágica historia de su Aquiles colombiano, Carlos Pizarro, llevó a Carlos Fuentes a entrevistarse con sus familiares más cercanos y con amigos como Gabriel García Márquez, Fernando Botero, Laura Retrepo o Belisario Betancur.
También pidió a la Biblioteca del Congreso, en Washington, que le fotocopiaran todo lo publicado en los periódicos estadounidenses sobre el líder guerrillero y su asesinato, y buscó otros recortes de periódicos colombianos y españoles.
Carlos Fuentes, en opinión de Julio Ortega, escribió “una novela latinoamericana hospitalaria, donde la muerte no fuese un deporte nacional sino una lección de piedad”.
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